Al igual que todos los cambios a los que tu bebé se enfrentará (como aprender a hablar o caminar), es posible que sus hábitos de sueño cambien y enfrenten problemas.
Los bebés no son ajenos a los trastornos del sueño. Se estima que entre el 25-30% de las visitas al pediatra están relacionadas con algún problema ligado al sueño, y los padres pueden hacer mucho para ayudar a sus hijos a tener el sueño profundo y reparador que necesitan para crecer, vivir sanos y mantenerse bien despiertos durante el día.
Cualesquiera que sean los problemas nocturnos en una familia (conseguir que se vayan a la cama, o que se queden en ella), hay que tener presente que son frecuentes en muchos hogares, al menos ocasionalmente.
Algunos de los problemas de sueño de tu bebé se pueden deber a distintos cambios. Pero, debes saber que las necesidades de sueño de cada bebé varían de forma considerable. Sin embargo, sí notas que empieza a tener problemas para conciliar el sueño, mantenerlo a lo largo de la noche, cansancio, es probable que haya un problema de sueño.
Puede que todos estos problemas te preocupen, pero eventualmente, tu bebé recuperará sus hábitos de sueño.
1. Sueño nocturno
La interrupción del sueño es aún más probable en la noche, pero puedes ayudar a que tu bebé se duerma fácilmente mostrándole calma y firmeza.
Como recomendación, dale aproximadamente 10 minutos para que regrese a dormir, y luego, dale unas cuantas palmaditas suaves para demostrarle que estás allí, y después retirarte.
2. La hora de comer
Los hábitos a la hora de comer pueden verse interrumpidos. Hay posibilidades de que tu hijo no coma casi nada durante una comida, y más que vos en la siguiente. Él solito encontrará el equilibrio siempre y cuando no hagas de eso un gran problema.
Una sugerencia es que le ofrezcas snacks saludables durante el día como verduras o fruta, para mantenerlo con energía.
3. Estrés
Los bebés (niños) necesitan una rutina para desarrollarse y sentirse un hogar lleno de protección.
Cuando los bebés sienten que su seguridad está siendo amenazada, estos reaccionan mostrando ansiedad a través del llanto, cambios en la conducta, y resistencia a dormir por la noche.
A veces, los problemas de sueño pueden surgir de la existencia de problemas familiares, o simplemente, horarios familiares irregulares.
4. Hiperactividad
Los problemas de sueño tienden a ser comunes en los niños que la padecen. Presentan el 16.5% dificultades de iniciación del sueño y el 39% despertares nocturnos.
Es importante el diagnóstico precoz y el tratamiento, ya que el trastorno de hiperactividad y la falta de sueño se retroalimentan mutuamente, de modo que un niño hiperactivo suele tener problemas de sueño, y a su vez, la falta de sueño produce hiperactividad y déficit de atención diurnos.
5. Insomnio
Desde antes del nacimiento, los niños tienen neuronas cerebrales con capacidad de ejercer como “reloj biológico” y el control del sueño y de la vigilia está determinado por este reloj biológico, que permite que el niño duerma a ciertas horas y esté despierto a otras.
Sin embargo, el funcionamiento de su reloj biológico, también se ve influido por las condiciones medioambientales de luz-oscuridad, de modo que en condiciones de oscuridad, nuestro cerebro segrega una hormona llamada melatonina, que facilita el sueño, mientras esta hormona es inhibida por la luminosidad exterior.
Aproximadamente, a partir del tercer mes de vida se aprende a sincronizar estas dos informaciones, de manera que puede empezar a coincidir el ciclo vigilia-sueño con el ciclo día-noche.
Un recién nacido duerme un total de 16 horas diarias, en 6 – 8 episodios de sueño de 4 horas cada uno, con periodos intercalados de vigilia. Así, el recién nacido no respeta la noche, despertándose una o varias veces a lo largo de la misma.
Desde el primer mes hasta los 3 – 6 meses, la duración de los despertares nocturnos va disminuyendo y empieza a dormir de manera continua prácticamente durante toda la noche. No obstante, en casi un tercio de los niños en edad preescolar persisten estos despertares nocturnos, como consecuencia de una consolidación inadecuada del período de sueño nocturno.
Entre los 2 y los 4 años duermen por la noche unas 10 horas, más las dos siestas habituales. A partir de los tres años de edad va disminuyendo la “necesidad” de dormir durante el día, hasta prácticamente desaparecer antes de los seis años.
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